domingo, septiembre 17, 2006

Machuca... El 73 de Wood


No podía dejar pasar tanto tiempo sin referirme a la cinta que lejos más me ha marcado del cine nacional. Machuca ha sido el filme chileno que más comentarios ha generado en el ultimo tiempo. Andres Wood, su director, logra con la historia que todos quienes vivieron el periodo 1970-73 –e incluso los que no lo vivieron– queden absortos al observar estos dos mundos separados por una gran muralla invisible que algunos, en su afán por hacer realidad los sueños de una época llena de esperanzas revolucionarias, quieren derribar. Pero Machuca es mucho más que eso...

Machuca posee una estructura narrativa clásica, pero que transita sutilmente desde la comedia al drama, pasando casi invisiblemente por un poco de realismo. Con un guión fuerte, obra de Roberto Brodsky, Mamoun Hassan y Andrés Wood. Pero que a la vez está inmerso en las emociones y actuaciones sólidas, donde destacan Ariel Mateluna (pedro Machuca), Matias Quer (Gonzalo Infante) y Manuela Martelli (Silvana). La historia está llena de capas; entre más conoces, más profundo puedes ir y ver los fondos. La primera son los niños y la amistad, la segunda son las familias, y la tercera es el país y el estado nacional.


Santiago de Chile, 1973. Gonzalo Infante y Pedro Machuca se conocen cuando el director del colegio San Patrick, el padre McEnroe, con el apoyo de parte de los apoderados, integra en el colegio a chicos de familias de escasos recursos. Es así como “Peter” –Pedro Machuca– llaga al colegio, específicamente a la misma clase que Gonzalo. Entre ellos nace una amistad que motivo de burlas entre sus compañeros. Son dos niños de once años que viven uno en un barrio rico de la capital y el segundo en una toma recientemente instalado a pocas manzanas de distancia. Pero la historia se llenará de dificultades en este intento de integración, entre ellas las que se derivan del clima de enfrentamiento social que evidencia Chile.

La fotografía es del estilo netamente documental, lograda muy íntegramente por Miguel Littin, demostrando así la faceta de "realidad histórica" que el realizador quiso darle. Es casi como quien toma una cámara y se devuelve a la época y lo retrata desde los ojos de unos niños. No hay visiones políticas, ni intenta albergar un sentimiento guerrillero. Por el contrario, Wood quiso hacer la película más objetiva que nadie halla logrado de la dictadura militar, y nada mejor que desde los ojos de estos niños.

Decididamente Machuca no sería igual sin su recreación de época, si no constara de esos detalles, de ese apego y un poderoso aliento nostálgico logrado por Rodrigo Bazaes, el cual a través de una dirección de arte excelentísima nos logra transportar a una realidad que parecía olvidada por las brumas del tiempo, pero que sin duda permanece fresca en la memoria.

En fin, La película tiene un montón de vida, humor y es un trabajo muy completo a nivel visual, con un estilo determinado.

Pero no es que Machuca sea un film manipulador, como mucho se ha dicho. Al contrario. Habla del amor, las amistades, las traiciones, y lo hace evitando cualquier tipo de subjetividad. Machuca ya dejó de ser el simple nombre de un banda nacional, ahora además es reconocida como una excelente obra del cine nacional.

martes, julio 25, 2006

Elephant... Frío retrato de una cruda realidad.


Si te deleitaste con la genialidad de Michael Moore en "Bowling for Columbine". No dejarás de asombrarte del genio creador de cintas como “Todo por un sueño (1995), Descubriendo Forrester (2000) y Gerry (2002), Gus Van sant, quien plasma un sello muy particular en una historia ya muy conocida, pero que a la vez está construida con un guión de pocos diálogos que lejos de crear y levantar grandes personajes, es constituido de simples situaciones lo que le da especial atractivo técnico.

Estamos ante una película muy bien construida, realista y ponderada, que nos deleita en la tragedia. Y por el contrario no alberga el aire combativo de la de Moore. Es cierto a Van Sant se le ha criticado su excesiva crueldad y frialdad, pero lo que pretende y obtiene es que nuestra mirada se sitúe sobre la sociedad que estamos construyendo, mentes vacías de ideales, conciencia y de cariño, Hundidas en humillaciones.

Profesorado que alecciona y castiga, padres alcohólicos, jóvenes despreocupados, hablando estupideces en un mundo estúpido, historia de gente que protagoniza su triste realidad. Van Sant tomó realismo mezclándolo con un poco de ficción, los metio todo esto en una licuadora y obtuvo como resultado un crudo naturalismo de sangre.

Condado de Jefferson, Colorado, Estados Unidos. Específicamente la secundaria Columbine, es el escenario donde el director nos va presentando a unos adolescentes que viven aislados y perdidos, con sus problemas de adaptación en una sociedad que no les ha ofrecido ninguna muestra de afectividad. Y lo hace sirviéndose de un montaje perfecto, siempre del mismo suceso visto desde distintos ángulos, según la cámara siga a uno u otro personaje; una música que activa nuestros sentidos y es un complemento perfecto al drama, y una fotografía que aísla a los protagonistas, pues anula la profundidad de campo, con desenfoques para potenciar la sensación de vacío o soledad existencial de los personajes, donde un claro ejemplos de ello es el inmenso gimnasio que actúa de metáfora de unas vidas vacías, y de una sociedad donde la vida no parece tener mucho más sentido que la mera posesión material.

En fin la cinta es resultado de la genialidad de uno de los directores más espectaculares de los últimos tiempos, y donde ella misma representa el sentir de su creador. A Van Sant no le gustan los montajes rápidos. No utiliza técnicas para decirle a la audiencia donde hay que mirar o qué hay que apreciar. Tiene la suficiente confianza para no cortar, para no poner ruidos en las escenas silenciosas. Así que la película tiene partes en las que es muy realista pero por otro lado es muy volátil, eso es elephant nada más que un seudo documental, como quien pone una cámara en el lugar de los hechos.

martes, enero 10, 2006

¿Cuándo la navidad vale la pena?

De acuerdo lo admito, está un poco atrasado pero se me vino la inspiración ahora, que mas quieren que le haga.... bueno espero que les guste.
Recuerdo que cuando era pequeño en mi casa la navidad era una parafernalia gigantesca... Venían todos los amigos de mis padres, mis tíos y mis primos, y todos juntos esperábamos la llegada de ese viejo rojo y barbón. Llegaba la medianoche y papá nos sacaba a dar una vuelta. Nos invitaba a buscar al viejo pascuero, vivíamos en la salitrera de Maria Elena, y nos llevaba a la empresa la que era adornada con luces y casi parecía un castillo... Nos decían “miren ahí vive el viejo pascuero”, y uno tan pelotudo se lo creía. De regreso siempre había un niño al que le llegaban los regalos antes. Siempre había un auto abierto lleno de paquetes. Y regresábamos a casa, y allí estaban todos esos colores que te traen esperanza. Solo el árbol tenía las luces prendidas. La navidad se transformaba en un especial de navidad de una hora completa de besos, abrazos y sonrisas.

Con el tiempo las cosas se pusieron más complicadas. Una tarde me impresione cuando un amigo me trajera un regalo. El problema era que de todos mis pares nunca nadie había hecho algo así, aunque de pequeño tal vez lo esperé, pero nunca paso nada. Igual que cuando esperé recibir alguna carta del día de San Valentín, me sentía Charlie Brown y apenas tenía 6 años. Bueno nunca he sido muy popular en ese ámbito, no supe nunca elevar un volatín, ni menos hacer un barquito de papel. Una vez un compañero de colegio, por culpa de una lámina me pego una patada en el estomago. Así de doloroso fue cuando me enteré del secreto: me contaron que el viejo pascuero no existía.

Fue uno de mis geniales primos – por eso dicen que la familia no la eliges, te toco Numa–. Un niño gordo, que mientras hablábamos dijo “Más weón que el que cree que el viejo pascuero existe” –el problema era que gordito tenía 10 años más que yo–. Y en ese momento reventó mi burbuja, un sentimiento que sólo se compara al vivido hace poco y ya grandecito –
hay que vivirlo para conocerlo–. Lo que vendría despues era lógico: me empezarían a gustar las mujeres, me vestiría como dictan las modas, daría mi primer beso, iría a mi primera fiesta, ya no podría detener nada, estaba destinado a crecer y poco a poco transformarme en un adulto... Me quede callado un par de días.

Y luego, escuche a mi madre hablando con una apoderada del colegio: “Mauricio esta deprimido, creo que es porque aún cree en el Viejo Pascuero... Mauricio cree aún mucho más que Ricardo”. Mi hermano es sólo un año mayor que yo, pero debo decirlo, siempre fue más despierto y más astuto, pues él era quien descubría los primeros regalos que comencé a encontrar de mis padres.

Era injusto. Aunque las cosas siguen siendo así – quien dijo que el mundo era un lugar justo–. Con el paso de las navidades, las cosas no han cambiado mucho: sólo los adultos han inventado más cosas: las ponderaciones de notas, las cuentas, el rendimiento escolar, el futuro, los condones, los besos y todo lo que te va transformando en adulto y te aleja de esa época donde el fracaso más grande era no recibir esa bicicleta, ese Nintendo que tanto esperaste, porque eso era lo mágico de la navidad, los regalos.

Este año, Santa Claus volvió a mi casa con el gentil auspicio Madelaine, mi sobrina de 4 años. Ya sabe de la existencia de ese viejo barbón que nos hace soñar con tanta cosa y tantos regalos, y claramente con mi sobrina no fue la excepción, le dieron tantos regalos que ni ella sabía con cual jugar primero, desde muñecas hasta una cocina casi de tamaño real... Mientras que a mi ropa, un par de pantalones y unas zapatillas –por nada dicen que la navidad es de los niños–, el punto es que desde que murió mi viejo mis navidades ya dejaron de ser regalos, pues no estaba la plata para comprarlos, pero sin lugar a dudas esas navidades para mi valieron más la pena que los muchos recuerdos que puedo tener de los cientos de regalos que me dieron cuando niño... esa es la navidad que me gusta, esa donde más allá de los regalos está toda mi familia.
De eso se trata la navidad... ¿o no?

lunes, diciembre 12, 2005

i EL MARAVILLOSO MUNDO DE JEAN – PIERRE JEUNET !


Así es, hablar de Jeunet es un mundo, el cual cada cierto tiempo va mutando y sumergiéndonos en él. Singulares personajes, lugares y situaciones cargadas de una hipnotizante atmósfera, historias muy originales y bien argumentadas, son, en resumen, un conjunto de la más armoniosa mezcla de recursos técnicos y artísticos que no pueden tener otro nombre que “bellos”, Después de sus magníficas películas, "Delicatessen" en 1991 y "Alien Resurrección" en 1997, las cuales fueron más bien oscuras y tenebrosas vuelve el artista cinematográfico Jean-Pierre Jeunet con esta bella y colorida película, en donde las personas sueñan en el amor y en la felicidad, por supuesto eso es “Amelie", nada más que una excelente creación de un genio de lo audiovisual.

Con esta película el director francés ha demostrado la mezcla de mundos y géneros que hay en su cerebro, consiguiendo de la misma forma hechizar al más insensible de los públicos, contagiarlo positivamente y lograr que se sienta feliz luego de ver el mundo maravilloso que se construye Amelie.

Estamos en Francia, Paris, pleno año 2000, un mundo tecnologizado, frío e intimidante para cualquier ser humano, lleno de hostilidades e irónicamente llamado desarrollado, esta es nuestra realidad, estos son los escenarios de Jeunet, pero no es lo que él quiere mostrar, a través del uso muy acertado de una fotografía muy poco contrastada y con gran profundidad de campo, estilo película francesa de los años 30, lograda muy bien por el director de fotografía Darius Khonji (Delicatteseen, La ciudad de los Niños perdidos, Evita, Seven), nos sumerge en un realismo poético, el cual apoyado por una increíble Dirección de Arte, crea un mundo paralelo, totalmente distinto al observado por la comunidad parisiense y mundial. El uso de colores como el rojo, los amarillo, rosado y verde, hacen que nuestro ojo se sienta a gusto al observar la película, ya que su armonía y disposición reclaman gran protagonismo estético, situándonos en un mundo colorido, afectuoso y casi de hadas, pero en la tierra. En resumen, Amelie, es una oda al buen gusto visual y estético.


La película nos plantea una historia muy sencilla y fácil de entender, con una estructura narrativa clásica, pero que a través del uso de un montaje moderno (imágenes aceleradas, jump cut, etc) logran un gratificante sentimiento indescriptible que proviene de un magnífico y estupendo guión realizado en conjunto por el mismo director y Guillaume Laurant. Un narrador constante en la historia, no da una sensación de estar presenciando un cuento de niños, que es lo que nos plantea Jaunet, la aventura de la protagonista por buscar al gran desconocido que termina siendo su príncipe azul, con excéntricos personajes totalmente arquetípicos, los cuales son excelentemente presentados; la madre de Amélie, su padre, la camarera, el ogro vendedor de legumbres, el pez con tendencia al suicidio, etc. Cada presentación está bien desarrollada y detallada, chistosa e interesante, donde ya, desde ese momento, cada espectador tendrá su personaje favorito y que aportan positivamente a la trama de la historia, en la que logramos establecer conexión con cada personaje, entendiendo sus problemas y hasta identificarnos con ellos, lo que habla de un guión muy bien escrito y preocupado de su principal argumento, La humanidad.

El film está protagonizado por Audrey Tautou, la actriz de 23 años que interpreta a Amélie, una muchacha que sirve las mesas de un pequeño café parisino. Su vida cambia de curso cuando, bajo las tablas del piso de su departamento, descubre escondida una caja vieja con tesoros infantiles. Al devolverla en forma anónima a su dueño, la muchacha contempla, a la distancia, cómo la vida de esta persona se transforma tras el descubrimiento. Y es entonces cuando comienza su odisea: una serie de inventivos planes para resolver la vida de los demás.

Como por arte de magia, Amélie comienza a interferir en la vida a sus vecinos, la mayoría de las veces para bien (si es que se lo han ganado), pero a veces para mal (si es que lo merecen.) En ocasiones, oficia de casamentera, otras de proveedora de esperanzas y restauradora de sueños, casi transformándose en una santa patrona del ajuste de cuentas, siempre oculta detrás de un velo de misterio y anonimato.

Otro punto a analizar, es el uso de la tecnología para causar magia, un error habitual en el que caen las películas contemporáneas, es el uso indiscriminado del efectismo tecnológico, con el solo hecho de causar situaciones que sorprendan en el momento, pero que no nos entregan magia ni ilusión, es efectismo por efectismo, en cambio, en Amelie se encuentra justificado por su tono y su emoción predominante que es el Realismo Cómico poético, puede sonar rara la mezcla, pero así es Amelie, es una joyita con una increíble mezclas de artes.


Situación que se respalda al ver esas nubecitas al lado de las cabezas de los personajes, que nos recuerdan los dibujos animados o las nunca bien ponderadas tiras cómicas, las nubes con formas de animales, nada más infantil que eso, y que aportan de entrada a la magia de la historia y de la pequeña Amelie.

Esta es una película que da felicidad, la historia y el mundo de Amélie nos hace guardar nuestra vida cotidiana en una bolsa, casi como si fuera una basura, olvidar por tan siquiera 120 minutos los problemas, depresiones y estrés del mundo real, y poder contemplar la vida de esta bella francesa, seguirla desde su niñez, detalle por detalle y así apreciar que el mundo no es un lugar tan frío como creemos.

Pero claro, Jeunet no podía dejar todo ahí, el cine es un arte audiovisual y la música y el sonido, se han transformado desde su introducción al cine el año 28, en dos grandes aportes y complementos para la narrativa visual, y así es en Amelie. Una banda sonora fuera de serie, creada por el magnífico Yan Tiersen (Good bye Lenin), donde despliega toda su sensibilidad y se ha puesto en el mismo canal de Jeunet, para darle a la obra ese “color” especial que poseen todas las obras de este director. Sin duda, la elección de Yann Tiersen fue acertada, combinando piano y acordeón ha conseguido introducirnos en ese especial ambiente que se respira en los melancólicos barrios franceses.

Para finalizar, no puedo dejar de alabar el magnifico punto de vista de esta película, el cual es totalmente singular, el uso de los planos limpios claramente nos dan un tono muy clásico, ya que se usan cámaras sobre soportes como trípodes, dollies y steady cam, que nos dan un cuadro limpio y expedito, falto de caos de la cámara en mano, una fineza técnica que se observa desde el primer plano de la película y que hace notar los años de historia del cine francés, lo que obviamente aporta al punto de vista del director, que nos hace recordar con estos recursos, nuestra sensación al estar tratando de conquistar a alguien o conocer a alguien, esa suavidad con las que nos acercamos y tratamos de mantener la compostura, pero también lo frenético que nos ponemos cuando ha pasado la situación, en fin Jeunet logra entregar su visión de joven enamorado muy bien a través de lo visual, esa fe en el amor y en que el mundo puede ser mas bello dependiendo de como lo miramos y vivimos, es lo que nos transmite, la magia de la vida hasta en las situaciones mas adversas, tal como lo dice Jodorowski, “el cine solo puede tener como único objetivo, la sanación del alma”, y eso hace Jeunet, nos sana el alma a través de la magia del cine.

En fin, toda la película es un conjunto de detalles estupendos que se contrastan con el mundo real y el mundo de fantasía –o no tan fantasía– que presenta Amelie, pues este es el enganche fundamental de esta historia, hasta donde la fantasía deja de ser sueño y pasa a ser real. Será que todos llevamos una parte de la tan querida y loable protagonista dentro